jueves, 11 de febrero de 2010

Santa Bernardette, un icono de la pastoral de la salud


Sus reliquias se encuentran en Roma en ocasión a la fiesta de la Virgen de Lourdes




CIUDAD DEL VATICANO, jueves 11 de febrero de 2010 (ZENIT.org) La presencia de las reliquias de Santa Bernardette (1844 – 1879) en Roma ha atraído a miles de fieles devotos procedentes de diferentes partes del mundo.

Del 9 al 10 de febrero la basílica Santa María Mayor, una de las cuatro basílicas mayores de la Ciudad Eterna y el templo dedicado a María más grande del mundo, acogió las reliquias de la santa con una presencia multitudinaria de peregrinos que llenaron el templo.

Hoy jueves, para conmemorar la Jornada Mundial del Enfermo y el día de la Virgen de Lourdes, se realizó en Roma una procesión desde el Castel Sant'Angelo hasta la Plaza de San Pedro, recorriendo así toda la vía de la Conciliación.

Luego de la procesión comenzó la misa presidida por el Papa Benedicto XVI, con ocasión de la celebración de la Jornada Mundial del Enfermo, y en presencia de la imagen de la Virgen de Lourdes.

¿Pero qué tiene de especial santa Bernardette, además de haber sido testigo ocular de las apariciones de Virgen de Lourdes hace 152 años? Sobre el tema se refirió el obispo de esta diócesis Jaques Perrier, en un encuentro con la prensa que se realizó en la Santa Sede, donde se dieron a conocer las celebraciones en ocasión con los 25 años del Pontificio Consejo para la Salud.

Apóstol de los enfermos y los enfermeros

La figura de esta santa tiene mucho que decir para la pastoral de la salud. Por ello el dicasterio vaticano que se dedica a este campo fue fundado justo el día de la Virgen de Lourdes. Por ello también en este día se celebra la Jornada Mundial del Enfermo.

Según monseñor Perrier, Bernardette era la “enferma” preferida de uno de sus médicos. La santa contrajo cólera cuando era niña y como consecuencia de ello sufrió de asma el resto de su vida. Además, siendo religiosa sufrió de un tumor en la pierna extremadamente doloroso que la hacía cojear.

Monseñor Perrier aseguró que la santa "asumió la condición de paciente, sin queja," y dijo que humanamente "detestaba el sufrimiento", pero que nunca se rebeló, sino que al contrario “aceptó sufrir en unión a Cristo delante de los sufrientes”, no con un sentido de masoquismo sino con una verdadera visión de sacrificio.

Además de ello, Bernardette fue una “enfermera ejemplar”, que cuidaba de sus hermanas de comunidad en el convento de las Hijas de la Caridad de Nevers, en Francia, donde ingresó en 1866, ocho años después de haber recibido las revelaciones de la Virgen María.

Monseñor Perrier destacó de la santa su “sentido del humor” así como “caridad” con las hermanas enfermas.

Para curarse es necesaria la fe

Durante las apariciones Bernadette encontró por indicación de la Virgen un manantial de agua milagrosa. Manantial al que acuden todavía miles de personas enfermas procedentes de todo el mundo.

Dicha agua ha sido analizada por diversos laboratorios independientes que han comprobado que su composición es normal. Sin embargo, desde entonces han ocurrido más de 2.500 curaciones inexplicables para la ciencia, de las cuales 66 han sido reconocidas oficialmente como milagrosas por la Santa Sede.

Hablando de esto, monseñor Perrier recordó cómo Jesús, antes de curar el paralítico, dijo primero “tus pecados son perdonados”. Pero también lo sanó.

Y afirmó cómo estas curaciones están “en comunión con la perspectiva evangélica”, y con la fe que los enfermos tienen al acercarse a los manantiales de agua. Incluso, aseguró el prelado, los pacientes que no son curados físicamente “no regresan de Lourdes decepcionados o desesperados", sino que aceptan la voluntad de Dios.

Papas en Lourdes

Monseñor Perrier señaló también la devoción especial de los dos últimos pontífices al santuario de Lourdes.

El obispo confesó a ZENIT que Juan Pablo II, a pesar de que siempre citaba a Częstochowa y a Fátima, cuando hablaba de los santuarios marianos afirmaba que Lourdes estaba “siempre de primero en la lista”.

El prelado asegura que es necesario que quienes estén involucrados con la Pastoral de la Salud, relean los discursos que Juan Pablo II pronunció a los enfermos durante su viaje a Lourdes en 1983, dos años después de haber sufrido el atentado en la Plaza de San Pedro: “El Papa hablaba con conocimiento de causa, sus discursos no fueron idealistas”, dijo el Prelado.

Juan Pablo II viajó de nuevo a Lourdes en el año 2004. Este fue su último viaje fuera de Italia. Este hecho, reveló monseñor “fue unn grandísimo consuelo para los discapacitados y los enfermos con condiciones muy limitadas”

El prelado recordó también el viaje de Benedicto XVI realizado en 2008 con ocasión de la celebración de los 150 años de las apariciones en Lourdes, donde administró, el 15 de septiembre, el sacramento de la extrema unción a 12 enfermos de diferentes edades y condiciones. “Benedicto permanecerá en la historia como el papa que dio públicamente la unción de los enfermos”, dijo el prelado.

Por Carmen Elena Villa

sábado, 6 de febrero de 2010

La iglesia y los enfermos

Escrito por Mons. Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos

El cristianismo está lleno de paradojas. La mayor de todas es, quizás, que el dolor es fuente de alegría y que la cruz es instrumento de redención. Lo decía el Venerable Juan Pablo II, en una encíclica memorable que escribió sobre el dolor: «El sufrimiento humano ha entrado en una dimensión completamente nueva y en un orden nuevo en la pasión de Cristo», porque «allí ese sufrimiento ha sido unido al amor que crea el bien», y «el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo» (Salvifici doloris, 18).


Mirado el dolor y la enfermedad desde esa perspectiva, se comprende bien lo que Benedicto XVI haya escrito: «Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que sufrió con amor infinito» (Spe salvi, 38).
Con todo, sería un fragante error no hacer nada para aliviar y combatir el dolor. Al contrario, la lucha contra la enfermedad es para los cristianos un modo concreto de introducirse en el surco de la misión salvífica de Cristo, Médico divino que «pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo»; y tomarse en serio el mensaje que dio a sus apóstoles: «Curad a los enfermos».
La Iglesia asumió con alegría este encargo. De hecho, ya en las primeras comunidades cristianas existió la costumbre de que los presbíteros ungiesen con el óleo santo a los enfermos para aliviarles en su enfermedad. Desde entonces, aunque las formas han sido muy variadas y múltiples las estructuras, la Iglesia no ha cesado de inclinarse, como buena samaritana, sobre los hombres y mujeres que encuentra malheridos en su cuerpo, en su psique y en su corazón, y llevar el bálsamo de su presencia y el aceite de su ayuda. ¡Cuántos hospitales, cuántos dispensarios, cuántos consultorios, cuántas clínicas han surgido como fruto del amor compasivo de los cristianos!
En el momento actual, la enfermedad sigue sin ser vencida. Han sido superadas algunas de sus formas, pero han aparecido otras nuevas, quizás más virulentas. Pienso, por ejemplo, en tantos matrimonios rotos, en tantas familias desestructuradas, en los emigrantes desprotegidos, en los ancianos solos y/o despreciados, en los enfermos incurables, en las madres que sufren el síndrome del postaborto, en tantos padres a los que angustia el enfriamiento y la increencia de sus hijos. Sin contar los que sufren los efectos de la drogadicción, del alcohol, del Sida, de la ludopatía, de las enfermedades venéreas, etcétera.
Para recordarnos todo esto y convocarnos a una acción solidaria y generosa, la Iglesia ha instituido la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el próximo día once de febrero, fiesta de las aparición de la Santísima Virgen en Lourdes. En este año sacerdotal me dirijo en particular a los sacerdotes que estáis enfermos e invito a los que estáis sanos «a no escatimar esfuerzos para prestar a los enfermos asistencia y consuelo», conscientes de que «el tiempo transcurrido al lado de quien se encuentra en la prueba es fecundo en gracia para todas las demás dimensiones de la pastoral» (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada del Enfermo, de este año)
A quienes sufrís en este momento una enfermedad, «os pido –uniéndome al Papa- que recéis y ofrezcáis vuestros sufrimientos por los sacerdotes, para que puedan mantenerse fieles a su vocación y su ministerio sea rico en frutos espirituales».

(7 de febrero de 2010)






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viernes, 5 de febrero de 2010

Desde la sede de los camilianos


Queridos amigos/as

El próximo jueves la Iglesia celebrará, coincidiendo con la festividad de Nuestra Señora de Lourdes, la Jornada mundial de los enfermos.

¿Qué sentimientos se nos despiertan? La ternura, la calidez, ...
¿Qué valores se despiertan? La solidaridad, la justicia,....
¿Qué dones espirituales? La compasión, la presencia...

Os invito a ir rellenando las sucesiones de sentimientos, valores y dones despiertos. Es bueno saber qué habita en el corazón de cada uno de nosotros.
Las palabras, los gestos, las actitudes, el valor, la valentía, la honestidad, la libertad, el miedo, la maledicencia, el engaño,,, son pesca que sale en nuestras redes porque los otros solo pueden recojer en nosotros aquello que nosotros previamente hemos sembrado o hemos dejado sembrar.

La compasión, la ternura, la presencia, la hospitalidad solo podrá ser reconocida y recogida en la medida en que habite en nosotros. Del mismo modo solo podremos reconocerla en los demás en cuanto que sepamos que existe. Como dicen los sanitarios "sólo se diagnostica y se detecta lo que previamente se sabe que existe". Quizá por ello no seamos capaces de reconocer en los demás valores y dones que están presentes, porque es en nosotros donde están realmente ausentes.

Quizá sea ese el generador mayor de sufrimiento añadido en enfermos y familiares. No ser capaces de detectar, reconocer y poner nombre en el corazón de los otros los dones que el espíritu ha sembrado (si algo le hemos dejado sembrar).

¡Cuantas veces nuestros diagnósticos, comentarios, frases y sentencias son descripción de nuestro propio corazón!


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lunes, 1 de febrero de 2010

León XII y la prohibición de vacunación


Dado que este tema sale de vez en cuando a flote, y con esto dicen que la iglesia siempre se ha opuesto a los avances médicos, traduje el texto que a continuación se puede leer. La cita original es esta

Quienquiera que permita ser vacunado deja de ser un hijo de Dios. La viruela es una sentencia de Dios: así la vacunación es una afrenta al cielo

Cita atribuida al Papa León XII 1829

Fue un fanático feroz, cuyo objeto era destruir todas las mejoras de los tiempos modernos y forzar la sociedad hacia el Gobierno, costumbre y las ideas de días medievales. En su ira absurda contra el progreso detuvo la vacunación; en consecuencia, la viruela devastó las provincias romanas durante su reinado, junto con muchos otras maldiciones que su ignorancia brutal trajo sobre los habitantes de esas hermosas y fértiles regiones .

G. S. Godkin


Annibale della Genga - un hombre enfermizo de 63 años, afectado por hemorroides crónicas,fue nombrado Papa León XII en 1823 y comenzó un régimen más fuerte, más religioso y más conservador en los Estados Pontificios. Como consecuencia, se convirtió en una figura muy rechazazada. La autoridad de los papas se había debilitado mucho durante la ilustración, la revolución posterior y la violencia que la siguió. El nombramiento de León, por el clero conservador, llegó en reacción a esto y a la manipulación constante de la política papal por la prudencia política. Él fue piadoso, puritano y confrontacional; tenía el hábito de disparar a las aves en los jardines Vaticanos lo que conmocionó a los cardenales. En el gobierno interno de los Estados Pontificios tomó medidas para establecer su autoridad moral. Se sentenció a la cárcel a personas capturadas jugando los domingos y días de guardar, los vestidos ajustados estaban prohibido para las mujeres. Se prohibieron los bises y ovaciones en los teatros y a los actores se les prohibió improvisar sobre temas de actualidad en sus presentaciones. A los bares en Roma se les prohibió la venta de alcohol, el que tuvo que ser comprado en la calle; esto llevó a un incremento masivo en la ebriedad pública. Los judíos fueron condenados a guetos y prohibidos de tener bienes raíces propios. 300 de ellos fueron obligados a asistir a servicios cristianos cada semana y transacciones de negocios entre los judíos y los cristianos estaban prohibidas. El éxodo posterior de los judíos de los Estados Pontificios empeoró una situación económica ya debilitada.

Los asistentes de León, no fueron mejor. El cardenal Ravorolla, quien fue enviado como legado a Rávena se convirtió en una figura de diversión por sus tiránicos decretos. Él cerró posadas, prohibió el juego y requirió que quien saliera por la noche llevara una linterna con ellos. También instaló un gran cofre de hierro fuera de su residencia en la que las personas podrían poner denuncias anónimas de sus vecinos, el cardenal Palotta intentó abordar el enorme número de ladrones en sus provincias, pero se convirtió en una figura tan odiada que se vio obligado a dimitir. Cuando lo hizo los bandoleros celebraron misas de acción de gracias para celebrar.

De lejos la acusación más mordaz contra León XII fue que se denunció y prohibió la práctica de la vacunación.Paul Badham menciona por ejemplo en su 'fuentes de autoridad en ética cristiana':

Más tarde, las prácticas de inoculación y vacunación se enfrentaron a una férrea oposición teológica. De hecho en 1829 León XII declaró que quien decidiera ser vacunado ya no era un hijo de Dios; la viruela es un juicio de Dios, y la vacunación era un desafío al cielo.


Otros cuente una historia más espeluznante, por ejemplo, este sitio menciona:

' Prohibió a la vacunación contra la viruela durante una epidemia, afirmando que era "contra la ley natural'.


Otros sitios mencionan que miles murieron durante los brotes de viruela, todo como resultado de la obstinación y locura teológica del Papa. Esta historia, en sus diversas formas ha pasado a ser citada con frecuencia en el debate de la religión y la ciencia como un ejemplo de cómo el cristianismo ha bloqueado los avances científicos y médicos.

Vacunación en el siglo XIX en Italia y en las provincias de los Estados Pontificios

En 1796, Edward Jenner se hizo famoso creando un método de vacunación que podría evitar la propagación de la viruela. La enfermedad se temía enormemente en ese tiempo dado que uno de cada tres de los que contraían la viruela moría, y aquellos que sobrevivían quedaban a menudo gravemente desfigurados. Jenner descubrió que al inocular un poco de pus producida por una enfermedad benigna de vacas llamada viruela de la vaca (de ahí el nombre vacunación n.t.)a un joven llamado James Phipps lo protegió contra el virus de la viruela humana. Este proceso de Jenner reemplazaría la inoculación por viruela misma (variolización) donde se administraba una pequeña cantidad de virus de la viruela vivo al paciente; esto lleva al grave riesgo de que el paciente muera o enferme, esperando protegerlo de la viruela natural. Luego de que el descubrimiento de Jenner fue publicado, la práctica de la vacunación comenzó a extenderse gradualmente por Europa.

Las Guerras Napoleónicas realmente ayudadaron a la introducción de la vacunación del Mediterráneo. Dos médicos excéntricos, Joseph Marshall y John Walker fueron enviados a Gibraltar, Menorca y Malta para ayudar al ejército y Armada de Gran Bretaña y para inocular a los habitantes de las ciudades aliadas. Marshall terminó en Palermo donde 8.000 habían muerto recientemente de un brote de viruela. Decidió establecer un centro de vacunación en un seminario jesuita donde trataba a los pobres dos veces a la semana. De Palermo, la vacuna fue llevada a Nápoles por Michele Troja, médico de la familia real, y luego a Roma, donde fue administrada en el verano de 1801. Marshall siguió en el período de paz desde 1802-3, estableciendo un Instituto en Nápoles y viajando a través de Roma, Génova y Turín, difundiendo los beneficios de la vacunación "Jenneriana". Era realmente necesario, señalaba Marshall, por ejemplo, en los suburbios alrededor de Génova, los mendigos desfilaban con sus bebés cubiertos de pústulas rogando un poco de caridad. Mientras tanto en el norte, la vacunación había llegado a Lombardía, traída por los médicos que acompañan a la marcha de los ejércitos franceses. Luigi Sacco fue nombrado director de vacunación para la República Cisalpina de Napoleón en 1801 y pudo jactarse de que dentro de los 3 años había eliminado la viruela completamente. 'Yo me felicito', escribió, 'que en Italia, he visto los medios de promover la vacunación en un grado tal que ningún otro reino de la misma población ha igualado'.

La respuesta del papado a la llegada de la vacunación en Italia se ha documentado en la práctica de la vacunación "antivariolique dans les provincias de l ' État Pontificia au 19ème siècle", un artículo escrito por Yves-Marie Bercé y Jean Claude Otteni para Revue d ' Ecclésiastique. Cuando la viruela golpeó Roma, la vacunación fue apoyada por el Papa Pío VII. En el hospital del Espíritu Santo en el Borgo Santo Spirito entre la orilla del Tíber y el Vaticano, la autoridad papal estableció un centro de vacunación que recibió 800 recién nacidos cada año. Este fue operado por los médicos como Dr. Alessandra, que anteriormente había sido un ardiente propagador de inoculación de la viruela, Domenico Moricchini el químico napolitano (1773-1836) y el joven Flajani de Alessandro. 'Casi todos los niños recién nacidos son vacunados' Sacco informó al Barón en 1824' para que no tengamos ahora ningún miedo de la viruela'.

La aprobación de la vacunación en Roma se demuestra por una obra de Alessandro Flajani en 1805 que documenta su investigación sobre las políticas médicas en curso en Berlín, Viena, Londres y París; una gran parte de este trabajo refería la práctica de la vacunación. El informe se publicó a su regreso a Roma. Conforme a las reglas de censura, el libro fue juzgado ajustado a la religión católica, la fe y costumbres; recibió el 16 de junio de 1807, las aprobaciones de p. Oliveri, Dominicana, profesor de Archiginnasio de Roma, profesor de medicina Francisco Petraglia y la administración del estado eclesiástico. El libro, a continuación, fue dedicado al Papa. Por lo tanto, en los inicios de su circulación en Europa la vacunación fue permitida oficialmente por la iglesia y se practicaban públicamente en el gran hospital romano. Un amplio precedente ya había sido creado por el Papa Benedicto XIV (Papa Lambertini) que había intentado introducir la inoculación de viruela por el antiguo método de variolación en los Estados Pontificios a principios del siglo XVIII.

¿Las cosas cambian más tarde?. Parece que no. De acuerdo con Bercé y Otteni, en enero de 1814, los franceses evacuaron Italia central, para ser reemplazados por las tropas de Murat, rey de Nápoles. En las provincias del norte del estado de la Iglesia, Emilie y Romagna, fue el ejército austriaco el que asumió el papel líder. Pío VII regresó a Roma el 24 de mayo de 1814 y en mayo de 1815 la administración Pontificia recuperó sus territorios al norte. Todas las medidas de la anterior administración fueron mantenidas y los únicos cambios fueron titulares, que se convirtió en Pontificia en lugar de imperial. El uso del francés fue retirado de los documentos públicos, pero muchos notables dignatarios, magistrados, funcionarios administrativos no fueron cambiados, con muy poca persecución penal de los beneficiarios del régimen anterior. Las iniciativas de vacunación, que se habían debilitado debido a los acontecimientos militares en 1813 y 1814, comenzaron nuevamente a funcionar plenamente al final de 1815.

En 1821 se fundó el Consejo de vacunación, que estaba compuesto por profesores de medicina de la Universidad de Roma y Bolonia. Tenía bajo su control todos los médicos certificados por las comunas (el uso de los médicos municipales, medici di condotta, había sido instigado desde el siglo XIV). Los médicos no pueden ser considerados para estos puestos municipales sin haber mostrado la competencia en la vacunación. Rutinariamente fueron inoculados orfanatos y hogares de ancianos y los Gonfaloniers de las comunas (el equivalente del alcalde) fueron instruidos para permitir las actividades de los vacunadores. Los magistrados municipales fueron ordenados a organizar una vacunación general de los bebés recién nacidos cada primavera y otoño. No había ninguna ley oficial de obligación para vacunar, pero ningún recién nacido podría escapar de vacunación

Las autoridades de los distintos Estados Italianos estuvieron atentos a los peligros de las epidemias. La llegada de la cólera en Roma en 1830 ocasionó medidas de emergencia y el refuerzo de las comisiones médicas. No parece que hubiese inusuales niveles de mortalidad en Roma durante las décadas de 1820 y 1830, ni más allá. Una investigación por un médico francés, Hippolyte Combes en 1838, dijo sentencias muy favorables de las políticas médicas italianas en general. De acuerdo a su relato, el estado eclesiástico no fue una excepción y ha mantenido una tasa de medicalización comparable con el resto de la península. También señala a León XII como digno de elogio por subvencionar la educación médica en Roma. La prensa médica italiana no hace mención alguna a cualquier prohibición de vacunación o cualquier caso inusual de muerte en los Estados eclesiásticos; ni tampoco los colegios profesionales médicos - aunque a menudo decididamente críticaban la autoridad temporal del Papa - critican al papado por ser negligente en sus asuntos médicos. En resumen, no hay constancia de una prohibición o cualquier sugerencia de una prohibición por León XII o su administración que pueda encontrarse en los archivos.

El edicto imaginario

Todo esto nos obliga a plantear la pregunta, ¿de donde surge esta idea de la proibición Papal a la vacunación?. De acuerdo con Bercé y Otteni, los biógrafos y contemporáneos de León XII no mencionan ningún interdicto. El Caballero Artaut , el primer biógrafo de León XII y de Massimo d ' Azeglio, cita al último como un gran admirador de Jenner, "un hombre que ha salvado a muchos de la muerte, Dios sabe cuántos millones… llegará el día cuando Jenner se celebrará en dimensiones superiores a Napoleón". Es probable que si León XII hubiera promulgado un interdicto de la vacunación, Azeglio, que estaba bien informado de las acciones del Papa,lo hubiera mencionado en sus memorias relativas a la vida en Roma durante la primera mitad del siglo XIX. De la misma manera, los historiadores de los papas del siglo XIX no mencionan una oposición a la vacunación. Philippe Boutry por ejemplo escribe:

«Después de Consalvi,la vacunación continuó bajo León XII, que no parece haberla querido detener, en contraposición a lo que afirma una cierta tradición».


La investigación del interdicto en tratados de historia eclesiástica tampoco ha podido mostrar nada.

Un historiador católico Donald Keefe llegó a esta historia cuando se fue repetida por el Prof. Daniel Maguire, de la Universidad de Marquette. Keefe trató de rastrear el origen de la cita de León XII, un seguimiento de nota a nota, de libro a libro y encontró que había sido emanada de un doctor Pierre Simon en "naissances Le Contredes" con ninguna fuente nombrada. Sin embargo, es probable que el mito sea mucho más antiguo y date del siglo XIX, como se puede encontrar en 'Vida de Víctor Manuel II de G. S. Godkin' en 1880.

De acuerdo con Bercé y Otteni el origen del mito de la prohibición de vacunación de León XII es sin duda debido a la personalidad del cardenal Della Genga cuando fue convertido en Papa en 1823. Su intransigencia y piedad alienaron la opinión liberal muy rápidamente. Su espiritualidad austera lo convirtió en blanco de críticas y comentarios ficticios. Los viajeros ingléses que visitaban la península y muchos de los diplomáticos que se establecieron en Roma comentaron sobre la severidad del pontífice. El oscurantismo de la Iglesia, la inercia del Gobierno Pontificio, las supersticiones ridículas de la piedad italiana, el ocio y la suciedad de los sureños fueron estereotipos comunes de las cuentas de los viajeros a Italia. Estos rumores pudieron haber llegado a oídos de historiadores "librepensantes" como S.G Godkin y penetrado en sus relatos históricos. (n.t. en el original dice whig historians que es un término peyorativo referido a historiadores que destacan y exageran lo "primitivo" y atrasados del pasado para destacar los ideales de progreso e iluminación)

En conclusión, la presunta prohibición de León XII a la vacunación es un mito de los "progresistas" que ha sido repetido y promulgado rastreramente desde entonces, a pesar de no tener absolutamente ninguna base en los hechos. Sin duda en el ciberespacio seguirá teniendo nuevas luces de vida entre los que se tragan cualquier mito siempre y cuando sea anticatólico o antirreligioso.

Gracias a Alfonso Taboada por llevar esto a mi atención.

Información adicional

'Un seguimiento a la nota a pie de página' – Donald J Keefe

Pratique de la vacunación antivariolique dans les provincias de l ' État Pontificia au 19ème siècle - remarques sur le supposé interdit vaccinal de Léon XII - Yves-Marie Bercé1 - Jean-Claude Otteni

«La vida y la muerte de viruela» Ian Glynn

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